miércoles, 7 de mayo de 2008
MIRAR CON LOS OJOS DEL CORAZÓN
María del Refugio ha sabido mirar con los ojos profundos del corazón la realidad más viva que pasaba por su mirada. Y no ha sido indiferente. Su vida entera es una respuesta de amor allí donde ha encontrado tanto amor. Su vocación ha sido respuesta eficaz a esa sensibilidad que la quemaba por dentro porque ningún dolor, pobreza o necesidad le eran ajenas. Ha sido una mujer de Dios porque lo ha sido de la humanidad. Y hoy la historia se arrodilla, llena de agradecimiento ante ella, para decirle que ha sido una mujer entera, una cristiana de talla, una consagrada de altura, para que nosotros, los hombres y mujeres de hoy no pasemos por la vida de curiosos espectadores incapaces de emocionarnos o de preguntarnos. Ésta es la grandeza que esconden las mujeres como María del Refugio; que fueron mujeres de calidad para su tiempo y lo siguen siendo para nosotros a pesar de la voracidad del tiempo. Porque el amor no pasa nunca.
María del Refugio no es un momento puntual del pasado; es un proceso que continúa vivo y convocante en nuestros días como un torrente de gracia que quiere tocarnos. Lo mejor que podía pasarnos hoy a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, es dejarnos refrescar y contagiar por el entusiasmo y carisma de esta mujer, por su amor a Jesucristo en el misterio de la Eucaristía y su amor a los más pobres, el mejor sagrario de la presencia divina.
El Carisma inspirado por Dios a través de su espíritu sigue presente y operante hoy a través de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento.
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