martes, 25 de marzo de 2008

98 AÑOS DE FUNDACIÓN


El Instituto de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento es una Congregación religiosa de derecho pontificio fundada en la Ciudad de México, el 25 de marzo de 1910 y aprobada por la Santa Sede el 22 de julio de 1948.

ORIGEN
Su origen se remonta a las inquietudes y profunda vivencia eucarística de María del Refugio Aguilar y Torres, Viuda de Cancino, quien, inspirada por Dios y ayudada por el Presbítero Vicente María Zaragoza, fundó el Apostolado de Jesús Eucarístico con el fin de extender el Reinado de Jesús Sacramentado en todas las clases sociales y principalmente en la niñez y juventud.


María del Refugio, concibió un proyecto educativo para evangelizar a la familia y a la sociedad, orientado a enseñar que en el centro de todas las ciencias está Dios y que no hay auténtica vida cristiana sin la participación eucarística y la protección de María.
El Instituto fue agregado a la primera Orden de Nuestra Señora de la Merced, fundada por San Pedro Nolasco para la redención de los Cautivos, el 11 de julio de l925, participando desde entonces de su espiritualidad, de su obra liberadora y de sus dones espirituales.

FIN DEL INSTITUTO


Las hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento nos consagramos a Dios, fuente de toda santidad, para conseguir la propia santificación por la profesión de los Consejos Evangélicos de Castidad, Pobreza y Obediencia en el seguimiento de Cristo Redentor del Hombre. Trabajamos con todo ahínco por extender el Reinado de Jesús Eucaristía, Reino de Redención liberadora por el amor y la mediación maternal de Nuestra Santísima Madre de la Merced. (Constituciones 3 y 140)

NUESTRA ESPIRITUALIDAD


La contemplación de las cosas divinas y la unión asidua con Dios en la oración es nuestro primer y principal deber. Estamos llamadas a testimoniar y a proclamar el amor del
Padre experimentado en la comunión personal con Cristo, bajo la guía del Espíritu Santo. Por ello centramos toda nuestra existencia en el encuentro con Dios. (Constituciones 12)
Desde la Eucaristía, Sacramento pascual de Cristo Redentor, descubrimos el "mundo no redimido", es decir las cautividades actuales que oprimen a los hombres, acercándonos a ellos con entrañas de misericordia. Al compartir la misma Palabra, el mismo Pan y el mismo Cáliz, nuestra comunidad, unida con María la Madre del Redentor, renueva el vínculo de la unidad, y encuentra cada día luz y fuerza para proclamar a todos los hombres la muerte redentora de Cristo y su gloriosa resurrección, como supremo signo liberador de esperanza cristiana. (Constituciones 12)

CAMPOS DE NUESTRO APOSTOLADO


La Pastoral Educativa a través de la escuela católica, es para nosotras el lugar privilegiado para la formación integral del hombre nuevo, evangelizándolo y liberándolo así de múltiples esclavitudes y promoviéndolo a la libertad de los hijos de Dios. (Const.147, 148).

PRESENCIA EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO


El Instituto ejerce su acción evangelizadora en instituciones docentes, internados, guarderías infantiles, seminarios, centros de catequesis, misiones y reclusorios, atendidos por setenta y ocho comunidades establecidas en México, Guatemala, El Salvador, Estados Unidos de Norteamérica, Chile, Colombia, Venezuela, España e Italia.


El 25 de marzo de 1910 es la fecha de fundación del Apostolado de Jesús Eucarístico y el 16 de abril de ese año el Arzobispo de México, José Mora y del Río, bendice e inaugura el Colegio del Santísimo Sacramento. A partir de entonces toda la vida de María del Refugio girará en torno a la comunidad y la escuela, alimentando su espíritu con la Comunión cotidiana y la adoración al Santísimo, y desbordando su caridad en quienes la rodean, interesándose por el bienestar espiritual y moral de los educandos y sus familias, concediendo educación gratuita a quienes no la pueden pagar, dando calor de hogar a los huérfanos y abandonados, consolando a los afligidos, albergando a los perseguidos, dando de comer y de vestir a los pobres.

El fundamento de su proyecto educativo es que en el centro de todas las ciencias está Dios y que no hay auténtica vida cristiana sin la participación eucarística y la protección de María. En otras palabras, ir más allá de lo académico, haciendo del aprendizaje una experiencia mística que nos descubra y haga gozar y agradecer la presencia y la grandeza de Dios.

En sus escuelas se impartirá una educación ordenada e integral, útil y que satisfaga los programas oficiales, empleando en todo los métodos más avanzados de la pedagogía, formando en los educandos hábitos de bien obrar y enseñándoles a gobernar las pasiones por medio de la voluntad, para que bien ordenadas y ayudadas de la gracia recibida en la comunión eucarística, los conduzcan al bien. Para formar el intelecto atenderán al desarrollo simultáneo de todas las facultades humanas y despertarán el gusto por el trabajo. Y para educar en la moral, buscarán el remedio para todo en la ley de Dios, en la oración y en los sacramentos, especialmente en la Sagrada Eucaristía. Así mismo, infundirán la urbanidad, el lenguaje castizo y pulcro, y los hábitos sociales de las personas cultas, que facilitan el acceso a una sociedad civilizada. Para descansar del trabajo intelectual: ejercicios gimnásticos, alimentación nutritiva, baños frecuentes, excursiones y paseos. La vigilancia preventiva es otra de las características, haciendo ver a las religiosas que son responsables ante Dios de la pureza de los niños y que por lo mismo deberán evitarles las ocasiones de pecado.

La fundación del Instituto coincide con la caída del gobierno de Porfirio Díaz. Un gobernante aferrado al poder y las condiciones de opresión y miseria en que vivía un sector mayoritario de la población, fueron el detonante de una revolución que dejaría cientos de miles de muertos y que acabaría con la economía productiva, agudizando la pobreza de las masas. A la par, la Iglesia sería cruelmente perseguida, sus ministros encarcelados y desterrados, sus bienes confiscados, sus establecimientos benéficos clausurados y todo lo largo del territorio nacional bañado con la sangre de los mártires.

El general Díaz fue obligado a renunciar, embarcándose el 31 de mayo de 1911 con destino a Europa. Francisco León de la Barra se hizo cargo del gobierno interino y el 6 de noviembre de ese año Francisco I. Madero iniciaba un período presidencial caracterizado por luchas agrarias y enfrentamientos entre líderes revolucionarios ávidos de poder. El 9 de febrero de 1913 hubo una sublevación militar que desencadenó diez días de intensos y sangrientos combates en la ciudad de México, terminando el martes 18, al desconocer el general Victoriano Huerta al Gobierno, mandando aprehender y fusilar al Presidente Madero y al Vicepresidente Pino Suárez. El saldo es de más de dos mil muertos y seis mil heridos. Durante esos días María del Refugio improvisa un puesto de socorros y ahí, ayudada de sus compañeras y dos médicos amigos, atiende a los heridos. Por los levantamientos y las guerras fratricidas escasean los alimentos. María del Refugio organiza colectas de víveres y ropa que luego reparte entre familias pobres, llegando a contarse, en 1915, cerca de cuatrocientas personas las que acuden diariamente a las puertas del colegio y a todas se les da de comer. Por todos estos servicios la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca Neutral le concedería, años más tarde, una mención honorífica.

El año 1917 inicia con la promulgación de una nueva Constitución (5 de febrero), que negaba personalidad jurídica a la Iglesia y a los sacerdotes sus derechos ciudadanos, desconocía las comunidades y los votos religiosos, proscribía la educación confesional, prohibía el culto público fuera de los templos y los bienes eclesiásticos pasaban a ser propiedad de la nación; aunque, si bien es cierto, el Presidente Carranza permite el regreso de los obispos desterrados, tolera el ejercicio del ministerio sacerdotal y que las congregaciones religiosas continúen atendiendo escuelas y hospitales.

El Colegio del Santísimo Sacramento se cambia a una villa en la Avenida Chapultepec 183. Estaba en condiciones deplorables y resultaba pequeña, por lo que de inmediato se emprenden algunas mejoras y ampliaciones. Las Hermanas habrían de pasar varios años entre albañiles, plomeros y carpinteros; cada semana con el apuro de cómo pagar la raya, habiendo días en que amanecían sin un centavo, confiando tan sólo en la Providencia. Al finalizar los albañiles el trabajo del día, María del Refugio reza con ellos el rosario, les dirige el ofrecimiento de flores a la Santísima Virgen y en cuaresma les hace sus ejercicios espirituales. A los amancebados los motiva para que se casen por la Iglesia, preparándolos antes para los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía. Y para promoverlos humanamente, a los analfabetas los enseña a leer.

María del Refugio tiene amistad con algunos obispos, entre ellos el de Tulancingo, José Juan de Jesús Herrera y Piña, quien desde 1914 se había interesado por la comunidad, visitándola y aconsejándola. Posiblemente es él quien sugiere soliciten al arzobispo Mora y del Río les nombre un director que las oriente y organice canónicamente. A finales de 1918 se presenta fray Alfredo Scotti, mercedario, con orden de constatar el estado que guarda la comunidad. Hasta entonces la vida de la comunidad se ha desarrollado familiarmente, normándose sólo por un reglamento muy sencillo que ordenaba los horarios y definía las responsabilidades para cada uno de los cargos y oficios. La jornada comenzaba a las cuatro y media y concluía a las nueve de la noche, habiendo tiempo para la santa misa, la adoración eucarística, la oración comunitaria, meditación, lectura espiritual, examen, enseñanza u otros trabajos, aseo de salones, alimentos y recreaciones.

Hacían falta constituciones, directorio y ceremoniales. María del Refugio redacta los borradores, en los que define su ideario de vida religiosa. Según ella, esta comunidad eucarística es una familia y como en todo hogar, hay un orden y un respeto que guardar, establecido en sus reglas y horarios, así como en el trato cordial y educado, indispensable para la convivencia filial y fraterna, que habrá de manifestarse en armonía entre los miembros y en alegría. Señala la bondad, la urbanidad, la paciencia, la humildad, como elementos que deben existir para que las relaciones en toda familia sean constructivas y fraternas. Pero sobre de éstos, el amor y el perdón.

El Apostolado de Jesús Eucarístico tenía tres miembros el día de su fundación; en enero de 1919 eran quince y un año después veintisiete. Entre las señoritas que por ese tiempo ingresaron a la comunidad, se encontraba María (Refugio) Cancino, quien hasta entonces había llevado la vida ordinaria de una seglar. En agosto de 1920 resuelve ingresar al Instituto fundado por su madre y el 12 de octubre toma el hábito, recibiendo en religión el nombre de María Teresa.

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