sábado, 19 de septiembre de 2009

viernes, 18 de septiembre de 2009

V. J. E.
Hermanas mercedarias del santísimo sacramento
Provincia María del Refugio
Coordinación de Carisma y Espiritualidad.
Celebración para el mes de Septiembre 2009




Celebración de la Libertad

Saludo a María:


MONITORA: El ángel dijo a María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”


TODAS: María: ayúdanos a vivir siempre con la certeza y la confianza de que Dios está con nosotros, llenándonos con su amor y su gracia en todo lo que vivimos.


MONITORA: María respondió: “He aquí la esclava del Señor”
TODAS: Tú que supiste entregarte totalmente a Dios, ayúdanos a nosotros a vivir con fidelidad nuestro compromiso como cristianas.


MONITORA: María se puso en camino y fue a prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.


TODAS: María: enséñanos a estar atentos a las necesidades de nuestros hermanos y a poner los medios para remediarlas.


MONITORA: María exclamó: “Proclama mi alma la grandeza del Señor”
TODAS: María: como tú, también nosotros queremos decir esto en todas las circunstancias de nuestra vida

Oración inicial: Señor, Jesús Eucaristía, es el nombre más hermoso y familiar con el que hoy te queremos llamar.


Eucaristía es cercanía y presencia, por eso es tan bello llamarte así en un mundo en el que vivimos soledad y ausencia, prisa y vaciedad, individualismo y huida.


Eucaristía es escucha atenta de un Dios que siempre está dispuesto a oír nuestras quejas, nuestros secretos y a guardarlos en su amante corazón.


La Eucaristía es un Sagrario en los pobres, es un rostro en el que sufre, es una mano tendida que espera respuesta. Nosotras, como miembros de una comunidad Redentora, estamos llamadas a descubrir esos sagrarios vivientes y a atenderlos.


Entre nosotros hay gente que sufre y que necesita de nuestro amor. Vivamos el sentido de ser Redentoras, de ser liberadoras.


Jesús sigue allí en el silencio del Sagrario, siempre esperándonos; a veces nos espera en vano porque pasamos de largo y no recordamos su invitación, su llamado insistente y amoroso. Él es un Padre que espera con infinita paciencia y tiene inmensa misericordia porque su amor es sin límite.


En María de la Merced, hemos recibido también la herencia de la Redención, ella, con Jesús, nos libera del mal, de una era inclemente y experta en esclavitudes que enceguece a las gentes y juventudes del presente siglo llevándolas hacia la droga, la prostitución, la delincuencia, el sexo por el sexo, el satanismo, las culturas o tribus urbanas, la moda y el dinero como ídolos, el libertinaje, la indiferencia y la incredulidad...


Merced es don, dádiva, regalo, gracia. Hoy queremos pedirte Virgen buena nos regales un corazón liberador y lleno de amor a quienes necesitan redención. Permítenos comenzar por nuestra propia liberación para que una vez redimidas, podamos redimir con Jesús tu Hijo y contigo que siempre estás presente donde hay que hacer el bien y romper cadenas.


Pidamos de manera especial por los que carecen de libertad física porque están detrás de las rejas que ellos mismos se crearon con el vicio y el pecado. Pero recordemos también a aquellos que están detrás de unas rejas que la injusticia humana ha forjado para ellos.

Pidamos además por los que, a pesar de andar libres de ataduras físicas, permanecen encadenados al mal, muchas veces camuflado.


Que seamos dignas de pertenecer a una comunidad Eucarística – Mercedaria- Redentora: No por el nombre que llevamos, sino por las actitudes que hablen a otros de REDENCIÓN. Así sea.

Canto: Con tema de libertad, de Merced…


Antífona 1: Virgen Madre Redentora de cautivos, toma nuestra vida y libéranos de toda cadena que nos ata. Aleluya


Salmo: La Misericordia del Señor dura siempre (Sal.102)


1. Bendecimos a Dios,
que es nuestro Padre,
revestido de benevolencia.
Nos crea y nos recrea
en cada instante, nos envuelve
en su mirada cariñosa.

2. El ser humano
es como flor del campo,
pero Dios lo colma
de gracia y de ternura;
está de paso por la tierra,
pero Dios lo colma
de gracia y de ternura.

3. Por eso no tememos
el paso de los años,
ni nos preocupa el cansancio,
la vejez, ni el deterioro,
porque Él renueva nuestra juventud
y nos da alas de águila.

4. No tememos tampoco la muerte,
porque Él nos rescatará de la fosa,
nos librará de la nada,
no caeremos en el vacío,
caeremos en sus manos.

5. Ni siquiera nos angustian
nuestros fallos y pecados,
porque Él perdona nuestras culpas
y cura todas nuestras dolencias.
En verdad que somos de barro,
pero el Padre conoce nuestra masa
y siente ternura por sus hijas.

6. Por eso bendecimos al Señor
y le damos gracias,
porque es compasivo y misericordioso.
Pasan los años, siglos y milenios,
pero su misericordia
no pasa ni se agota,
se renueva y desborda con el tiempo


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…

Antífona 2: Tú, Reina y Madre, Redentora de cautivos, libera a todos los hombres que hoy carecen de libertad y perdónanos por aquellos a quienes hemos atado.

Cántico: Nuestra suerte está en tus manos.

Nuestra suerte está en tus manos, Señor;
El Instituto todo, como un pequeño grano de semilla,
está en tus manos para que Tú lo siembres;
cual tranquila corriente de agua, para que Tú lo encauces.

Tú nos llamas a seguirte, en una etapa nueva,
de más comunión, solidaridad y entrega.
Injerta en nosotras la savia de una nueva ilusión,
una corresponsabilidad realista y evangélica.

Las fuentes de nuestra alegría y seguridad están en Ti Señor,
en ti nuestro descanso, nuestra confianza.
Porque sólo Tú lo haces todo nuevo,
y con tu presencia de Resucitado,
nos ayudas a ir realizando el Reino.


Danos conciencia de que tu Reino es justicia,
Que a hacer justicia nos has llamado.
Danos un corazón sensible ante el dolor,
Danos sanar los dolores ajenos y no a causarlos.
Danos el poder liberar y libéranos, ante todo,
De tener un corazón duro, de piedra e insensible.
Por las cadenas con que laceramos a los demás,
Perdónanos y transforma todo esto en amor,
Amor que se da, que libera, que salva.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…

Antífona 3: Rompe las cadenas que nos atan y transforma nuestro mal en bien, en amor que se dona, que se da, que libera.

Salmo: Glorifica al Señor (Sal 147)


1. Glorifica y alaba a tu Dios,
Europa con sus ciudades,
África con sus lagos,
Asia con su Himalaya,
América con sus grandes ríos
y cascadas.

2. Que ha hecho saltar puertas
y cerrojos,
ha derribado
muros y murallas,
quiere destruir la enemistad.

3. Bendice a todos con la paz,
más allá de fronteras.
A los de cerca y a los de lejos.

4. Te sacia con flor de harina.
Los mejores panes en su mesa,
partidos y ofrecidos;
venid, hambrientos
del mundo,
es un pan que da la vida.
5. Él envía su mensaje a la tierra,
es la buena – noticia,
el Evangelio de Dios.
Y su palabra corre veloz,
corre en las alas del Viento,
con la fuerza del Espíritu.

6. Anunciad el Evangelio
a todo el mundo,
llevad el mensaje
de la paz y del amor.

7. Con ninguna nación obró así
ni les dio a conocer
sus mandatos.

8. Toda la luz de Dios
se concentra en un monte,
el más alto de la tierra,
y fue iluminando progresivamente
a todos los pueblos,
a todos los corazones:
y el monte es CRISTO.


Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…


Pidamos al Padre perdone nuestra indiferencia, nuestra frialdad ante el dolor de nuestro prójimo, pero ante todo ante nuestros próximos, pidamos que sea el amor el que alivie el dolor de los que esperan en nosotras como Comunidad Liberadora-Redentora.

Todas: Padre nuestro que estás en los cielos…

Oración: Señor resucitado, sé nuestra fuerza, danos la alegría de vivir.
Señor resucitado, enséñanos a caminar como hermanos a tu encuentro.
Haz de nosotros una comunidad en marcha, una comunidad viva y de vida.
Pon calor en nuestros corazones. Pon claridad en nuestros ojos de creyentes. Pon humildad en nuestra vida entera para reconocerte como vivo.
Acompáñanos siempre para confesarte delante de todos con valentía. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

MEDITACIÓN


V. J. E.
Hermanas mercedarias del santísimo sacramento
Provincia María del Refugio
Coordinación de Carisma y Espiritualidad.


Para la meditación


Queridos hermanos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced:
Con profunda alegría comparto con vosotros estos momentos de intimidad, en un encuentro familiar, que confío sirva para estrechar, aún más, los lazos de comunión afectuosa entre vuestro Instituto y el Papa.


Sé que estáis reunidos en Roma con motivo del Capítulo general, al que miran con tanta esperanza todos los religiosos de la Orden, comprometidos apostólicamente en 19 Países de diversos continentes.


Os agradezco vuestra visita, con la que deseáis manifestarme vuestros sentimientos de fiel adhesión al Magisterio de la Iglesia. En esta oportunidad quiero confirmar la honda estima que nutro hacia vuestra antigua y benemérita Orden que, desde hace más de siete siglos y medio, ha ido prodigándose en favor de los miembros más afligidos y oprimidos del Cuerpo místico de Cristo.


La misión que vuestro Fundador San Pedro Nolasco os confió, en la obra directa de redención y ayuda a los cautivos, y que impregnó toda su actuación apostólica en parroquias, hospitales para pobres, enseñanza y misiones, se halla hoy prolongada en un carisma de servicio a la fe, para proyectar un rayo de esperanza, y ofrecer la asistencia de la caridad de Cristo, a cuantos se encuentran sometidos a nuevas formas de cautiverio en nuestra sociedad: en centros penitenciarios, en suburbios de pobreza y hambre, en ambientes de droga, en zonas de materialismo en las que se persigue a la Iglesia o se la reduce al silencio, etc.


Se trata de un vasto campo en el que ha de volcarse, sin reserva, vuestro espíritu religioso y la disponibilidad total a la que os abre la vivencia generosa de los consejos evangélicos y la profesión de vuestro cuarto voto. Esa será la manera de ser fieles, hoy, a vuestro carisma, en la línea trazada por San Pedro Nolasco y recogida, ya, en las primitivas constituciones de 1272.


No cabe duda de que es un exigente compromiso eclesial al que os invita vuestra vocación. Para mantener viva esa entrega, es necesario que seáis almas de profunda vida interior y que renovéis vuestras fuerzas en el contacto con el Modelo de toda perfección: Cristo Jesús, Buen Pastor y Salvador. Por ello, os repito a vosotros: “Vuestras casas deben ser sobre todo centros de oración, de recogimiento, de diálogo -personal y comunitario- con Aquel que es, y debe ser, el primero y principal interlocutor en la sucesión laboriosa de las horas de cada jornada vuestra”. En esa escuela sublime el religioso apagará la sed de Dios que debe ser una característica en su vida y se llenará de ese amor grande que da sentido nuevo a la propia existencia.


Hablando a Religiosos, cuyo Fundador puso tanto empeño en la devoción a la Madre de Dios y nuestra, no puedo menos de exhortaros a mantener, y profundizar, ese gran amor mariano que es una nota peculiar de vuestra Orden. Tomad de la “Madre de la Misericordia” y “Consuelo de los afligidos” el ejemplo, e inspiración, en cada instante. Ella os guiará a su Hijo y os enseñará el valor de cada alma, a la que prodigar celosamente el cuidado de vuestro ministerio.


Alentándoos en vuestros propósitos, os reitero mi confianza, pido por vosotros e imparto, a cada uno de los miembros de vuestra Orden, mi especial Bendición.


• Hagamos nuestras las palabras de Juan Pablo II, pues somos también una Comunidad fundada para liberar, para dar la vida en busca de la libertad de los cautivos; una comunidad para entregarse en forma absoluta y total; una comunidad cuyo distintivo tiene que ser la misericordia: que se da con el corazón.


• Tenemos que ser liberadoras, redentoras por doble partida: La Merced y la Eucaristía. No tenemos excusas para mostrarnos frías e indiferentes ante quienes sufren y menos aún para ser la causa del sufrimientos de los demás.


• Con María de la Merced y la Eucaristía tenemos que ir construyendo caminos de libertad para quienes buscan en nosotras un consuelo, un camino lleno de luz y de estrellas en momentos de oscuridad, de tinieblas, de soledad.


• Nuestro corazón Mercedario tiene que ser un campo abierto para quienes buscan sentir la libertad que da el amor, la caridad; no puede ser un patio donde se encierren entre barrotes quienes sólo desean ser libres, ser reconocidos, amados.


• Nuestra alma Mercedaria tiene que ser esa estrella donde aquellos que carecen de su libertad puedan sentir a Dios que los sigue mimando e invitando a no anclarse en su oscuro pasado o en la dura injusticia humana, sino que los Impulsa a seguir su estela y surcar ese futuro que Él les ofrece y depara, recordándoles que son sus hijos.


• Nuestro corazón misericordioso como el de María la liberadora tiene que ser ese patio donde el hombre sólo encuentre la alegría que ofrece la expansión, la comprensión y el gozo, no aquel que el preso mide y repasa día a día sintiéndose acorralado. ¡Señor! Que puedan gozar, como pájaro, del cielo de libertad. Escucha su esquivo reclamo.


• Nuestras manos tienen que ser esa flecha que señala caminos de libertad, ¡Señor! Que puedan creer que detrás de esos cerrojos siguen brillando las estrellas, sigue brillando el sol y cayendo la lluvia sobre los sembrados, se sigue viendo el verde esperanza. ¡Señor! Que puedan volver a soñar, que despierte su ilusión y la alegría. Abre esas puertas que para ellos se han cerrado y quieran ver una vez más la primavera.


• Nuestros ojos Mercedarios sólo pueden irradiar la luz que brota de la justicia. No pueden empañarse bajo la influencia de quienes odian, persiguen, maltratan, de quienes no buscan el bien sino el mal para los demás. Nuestros ojos, Oh Señor, tienen que ser como los tuyos: puestos siempre en los más débiles, no para hundirlos, sino para salvarlos: “No vine por los justos, son por los pecadores.”


• Nuestros pies Eucarísticos-Mercedarios tienen que salir al encuentro de quienes nos buscan, no pueden huir de las oportunidades que nos das, Señor, para mostrarnos como lo que decimos ser, para honrar nuestro nombre: Mercedarias del Santísimo Sacramento. Nuestros pies tienen que estar libres de cadenas para poder romper aquellas que atan a los que han caído en la desgracia.


• Nuestra boca, como la de nuestra Reina liberadora, tiene que pronunciar palabras que liberan, no que condenan, que son esperanza, no desconsuelo; tiene que ser esa llave que permita a aquellos que están cautivos escuchar un tintineo que canta sólo libertad, que puedan soñar con ese día en que tú, Oh Dios liberador, permitas que las puertas se abran abriendo también las puertas de sus corazones que anhelan recuperar la integridad que ha sido lastimada por el juicio de los hombres, que puedan, con su dignidad, mantener la frente en alto porque tú, que eres el Juez justo, llevarás a estas personas al taller de tu misericordia para restaurar la verdad; y así, su dignidad.


• Permítenos terminar con una oración que salga de nuestro corazón, poniendo en tu corazón de Padre-Madre a cada uno de los que hoy carecen de su libertad:

Señor, hoy te pido por los presos,
por los hombres y mujeres que han sido detenidos, encarcelados;
que viven, día y noche,
entre vallas, puertas y más puertas cerradas:
vigilados día y noche hasta en su misma intimidad.

Tú, que también fuiste detenido violentamente
y encerrado y torturado,
ayuda a los hermanos torturados y encerrados.
Aunque lo sean con culpa.
Tú, Señor, que fuiste condenado injustamente,
apiádate, sobre todo,
de los que cumplen una condena injusta,
o que, incluso, son del todo inocentes.

Tú que fuiste considerado delincuente y antisocial;
que fuiste avergonzado y escarnecido públicamente,
dulcifica la represión y el desprecio y el rigor
con que son tratados “nuestros” delincuentes.

Tú, Señor, Justo entre los justos;
Dios de justicia amorosa,
haz que se trate con justicia justa y respetuosa
a quienes condenamos y rechazamos.



Tú, que ofreciste tu ejecución por amor,
y por tu crucifixión conquistaste el amor de todos,
haz que nuestros condenados encuentren amor y encuentren siempre
a quien amar.
Tú, Señor, que saliste del sepulcro,
tu último encierro, victorioso y triunfal,
haz que los presos puedan recuperar su libertad,
con esperanza de una vida nueva.

Tú, Cristo Resucitado,
haz que todos los presos puedan un día resucitar a la vida
y que siempre haya quien celebre su resurrección.
Salva, Señor, a los presos de la ruindad
y la depresión y el resentimiento y el espíritu de venganza.

Que todos aprendan de Ti, inocente y manso,
pero abriendo todas las puertas a todas las libertades
y para siempre.


(Pastoral Penitenciaria de Burgos)

jueves, 17 de septiembre de 2009





Madre de la Merced

Madre, Nuestra Señora de la Merced:
El amor te ha hecho libre,
como el alba a la mañana.

Tu corazón pobre es libre,
con la libertad del Reino.

Tu corazón manso es libre,
con la libertad de un Dios cercano.

Tu corazón de hambre y sed de justicia es libre,
con la libertad de un Dios planitud.

Tu corazón misericordioso es libre,
con la libertad de un Dios amor.

Tu corazón en paz es libre,
con la libertad de ser llamada hija de Dios.

Tu corazón perseguido por la justicia es libre,
con la libertad de ser tuyo el Reino.

Tu libertad te lleva a ser feliz,
cuando la injuria o la persecución,
a causa de Jesús, llama a tu puerta.

Entonces te alegrarás y regocijarás,
porque la recompensa será grande en el Reino.

Bienaventurada tú, porque has creído en Jesús,
tu hijo, como el Señor y liberador.

(Pedro Fernández, o.ss.t.)

martes, 15 de septiembre de 2009

NUESTRA FUNDADORA


NUESTRA FUNDADORA

María del Refugio ha sabido mirar con los ojos profundos del corazón la realidad más viva que pasaba por su mirada. Y no ha sido indiferente. Su vida entera es una respuesta de amor allí donde ha encontrado tanto amor. Su vocación ha sido respuesta eficaz a esa sensibilidad que la quemaba por dentro porque ningún dolor, pobreza o necesidad le eran ajenas.
Ha sido una mujer de Dios porque lo ha sido de la humanidad. Y hoy la historia se arrodilla, llena de agradecimiento ante ella, para decirle que ha sido una mujer entera, una cristiana de talla, una consagrada de altura, para que nosotros, los hombres y mujeres de hoy no pasemos por la vida de curiosos espectadores incapaces de emocionarnos o de preguntarnos. Ésta es la grandeza que esconden las mujeres como María del Refugio; que fueron mujeres de calidad para su tiempo y lo siguen siendo para nosotros a pesar de la voracidad del tiempo. Porque el amor no pasa nunca.

María del Refugio no es un momento puntual del pasado; es un proceso que continúa vivo y convocante en nuestros días como un torrente de gracia que quiere tocarnos. Lo mejor que podía pasarnos hoy a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, es dejarnos refrescar y contagiar por el entusiasmo y carisma de esta mujer, por su amor a Jesucristo en el misterio de la Eucaristía y su amor a los más pobres, el mejor sagrario de la presencia divina.

El Carisma inspirado por Dios a través de su espíritu sigue presente y operante hoy a través de las Hermanas Mercedarias del Santísimo Sacramento.

UN AMIGO PARA RECORDAR

domingo, 13 de septiembre de 2009

POR AMOR

POR AMOR

EL EVANGELIO DEL DÍA DOMINGO



Vigésimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario


Hoy la Iglesia celebra :
San Juán Cisóstomo

Leer el comentario del Evangelio por : Santa Teresa-Benedicta de la Cruz [Edith Stein] «Que tome su cruz y me siga»


Evangelio según San Marcos 8,27-35.


Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo.


Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.